Luces brillantes
En 2015, un grupo de nuestra iglesia quedó impactado con lo que vio en Mathare, uno de los barrios pobres de Nairobi, Kenia. Visitamos una escuela con pisos sucios, paredes de metal oxidado y bancos de madera. Pero en ese entorno extremadamente humilde, sobresalía una persona.
Marcados por Momma
Su nombre era largo, pero más lo fue su vida. Madeline Harriet Orr Jackson Williams vivió hasta los 101 años. Madeline era mi abuela, y la llamábamos Momma. Mis hermanos y yo la conocíamos bien, ya que vivimos en su casa hasta que falleció su segundo esposo. Aun después, estaba a menos de 90 kilómetros de distancia de casa. Ella cantaba himnos, citaba versículos bíblicos, tocaba el piano, amaba al Señor, y su fe ha dejado una huella en nosotros.
Nos sostiene de la mano
La niñita que andaba por la escalera un domingo en la iglesia era bonita, valiente e independiente. Aunque parecía tener apenas dos años, fue bajando los escalones uno por uno hasta el nivel más bajo. Su misión era bajar la escalera, y lo logró. Me sonreí mientras pensaba en la osada independencia de esta valerosa pequeña. La niña no tenía miedo porque sabía que su madre la vigilaba siempre y que extendía su mano para ayudarla. Esto describe perfectamente la disposición del Señor a ayudar a sus hijos mientras estos se abren camino entre las diversas incertidumbres de la vida.
Vivir con las luces encendidas
Una tarea que nos asignaron en el trabajo hizo que un compañero y yo viajáramos 450 kilómetros. Cuando salimos, ya oscurecía, y para un cuerpo y ojos avejentados como los míos, me inquieta un poco conducir de noche. No obstante, decidí manejar primero. Me aferré al volante y fijé la mirada en el camino apenas iluminado. Mientras avanzábamos, descubrí que veía mejor cuando las luces de los autos que venían detrás alumbraban la carretera. Finalmente, me sentí mucho mejor cuando mi amigo tomó el volante. En ese momento, ¡me di cuenta de que había estado conduciendo con las luces antiniebla en vez de los faros altos!
Adorar con preguntas
Es habitual que durante un viaje largo (¡o corto!), alguno del grupo pregunte: «¿Ya llegamos?» o «¿Falta mucho?». ¿Quién no ha escuchado estas preguntas universales hechas por niños o adultos ansiosos de llegar a su destino? Pero también hay personas de todas las edades que tienden a preguntar cosas similares cuando situaciones difíciles en la vida parecen no terminar nunca.
«Del Señor soy»
No lleva mucho tiempo darse cuenta de que la moda hoy es tatuarse. Algunos tatuajes son tan pequeños que apenas se notan. Pero otros —desde atletas y actores hasta personas comunes— optan por cubrirse el cuerpo con tintas, palabras y diseños multicolores. La tendencia parece haber llegado para quedarse; una tendencia que dio ganancias por 3.000 millones de dólares en 2014… más otros 66 millones para remover tatuajes.
Seguros en sus brazos
El clima afuera era amenazador, y había alerta de inundación. Una cantidad inusual de autos estaban estacionados en mi barrio, ya que los padres iban a buscar a sus hijos a la parada del autobús escolar. Cuando el autobús llegó, había empezado a llover. Entonces, observé a una mujer que salía del coche y sacaba un paraguas del baúl. Caminó hacia una niña y se aseguró de que estuviera protegida de la lluvia hasta que regresaron al auto. Fue un hermoso cuadro «en tiempo real» del cuidado protector de un padre, que me recordó el cuidado de nuestro Padre celestial.
Escucha a tu hermano
«Tienes que escucharme. ¡Soy tu hermano!». Esta advertencia de un hermano mayor iba dirigida a su hermano menor, ya que le preocupaba que el pequeño se alejara demasiado. Sin duda, el mayor tenía más discernimiento para juzgar qué era lo mejor en esa situación.
Cómo permanecer firmes
Era un día helado de invierno, y solo pensaba en pasar de mi auto calefaccionado a un edificio cálido. Lo siguiente que recuerdo es que estaba en el suelo, con las rodillas hacia adentro y los pies para afuera. No me rompí nada, pero me dolía todo. El dolor fue aumentando, y pasaron semanas antes de que volviera a sentirme bien.
¡Calla, alma mía!
Imagina a un padre o una madre con el dedo extendido sobre su nariz y su boca, tranquilizando a su hijo con palabras suaves: «shhh… está todo bien». El gesto y las palabras sencillas buscan consolar y tranquilizar al pequeño en su descontento, incomodidad o dolor. Escenas como esta son universales y constantes, y casi todos hemos dado o recibido tales expresiones de amor. Esta es la imagen que me viene a la mente cuando medito en el Salmo 131:2.